Circuito de Kula (Kula Ring)

Quien participa en el Kula forma parte de una red social que va más allá de las islas Trobianas. La relación entre las personas, más cuando son desconocidas, se hace a través de las cosas, de objetos que sirven como medio de relación.

Parada obligada para todo principiante en la antropología es el caso del Circuito de Kula (Kula Ring en inglés). Este caso fue investigado por el antropólogo funcionalista Branislao Malinowski, fundador de la antropología social y reconocido por introducir un verdadero trabajo de campo y aportar rigor científico a la profesión.

Malinowski y un nativo
Malinowski y un nativo

Entre los años 1914 y 1918, durante la primera guerra mundial, Malinowski quedó atrapado en Papúa (actual Papúa Nueva Guinea). Estando allí fue invitado a las islas Trobianas, un archipiélago formado por varias islas, a investigar una ceremonia para difuntos, pero su atención se desvió hacia un ritual más trivial. Malinowski observó que cada tanto los hombres construían, durante semanas, unas barcas con las que emprendían un arriesgado viaje de cientos de kilómetros hacia otras islas del archipiélago.

Queensland. Surveyor General’s Office, Public domain, via Wikimedia Commons

Este ritual ceremonial de intercambio, no era comercial. Más bien era un encuentro social por medio de un intercambio de objetos. Llamado Kula por los trobriandeses, este ritual es parte de una tradición centenaria que llega a convertirse en una institución, se realiza solo por algunos hombres. Flotas de decenas de barcas se lanzaban al mar para navegar cientos de kilómetros durante semanas y meses, con una mercancía muy valiosa. Al llegar a la otra isla, cada hombre obsequiaba uno de los dos tipos de objeto del Kula. 

Navegante Kula. Extracto Documental de BBC Four. (58 min)

¿Y cuales eran estos objetos?. Eran rudimentarios collares, llamados veigun o soulava y unos brazaletes llamados mwali. Hechos con conchas de mar, piedras y poco más.

A pesar de ser un intercambio de “bienes”, quien recibía, no respondía entregando otra cosa inmediatamente, es decir, quien recibe el obsequio no otorga otro por igual. Malinowski descubrió en esto algo muy significativo. No existía la necesidad de “pagar”. No se trataba de un trueque. No podía serlo. El valor de estos brazaletes y collares estaba en las distancias recorridas, las islas visitadas, las personas que los habían portado anteriormente y las historias de cada una de esas escalas, que así y durante años y décadas, los hacía cada vez más valiosos. Se movilizaban cientos de personas, cientos de kilómetros en un ritual donde los hombres solo buscaban formar parte de una historia, de esas historias de cada collar y cada brazalete. ¿Qué mejor que lucir un mwali que tuvo el jefe de la tribu de la Isla vecina hace 80 años?

Lo más asombroso de estas masivas movilizaciones, expediciones extremas con todo rigor, es que se realizan cumpliendo un patrón único. Las flotas que llevaban los collares (Soulawas) solo navegaban en el sentido de las agujas del reloj, y las flotas de los brazaletes (Mwalis) en sentido contrario. Este orden se respetaba inalterablemente año tras año.

Al llegar a las islas vecinas, los navegantes Kula eran esperados por los navegantes Kula anfitriones, que realizaban un gran festín al que se unían los lugareños no navegantes. Este festín se realizaba, según Malinowski, «con cierta indiferencia hacia los obsequios», tanto de los receptores como de los visitantes. Asombroso después de arriesgar sus vidas en alta mar.

Pero ¿qué aporta esto a los trobriandeses? La investigación por medio de la observación participante de Malinowski nos da una clara explicación.

Quien participa en el Kula forma parte de una red social que va más allá de las islas Trobriand. La relación entre las personas, y más cuando son desconocidas, se hace a través de las cosas, de los objetos que sirven como instrumento para establecer relaciones. Este objeto, collar o brazalete, al pasar de persona a persona va acumulando las historias de cada una de ellas, haciéndolos portadores de la memoria colectiva. Cuando uno de ellos se ponía el collar, sabía que portaba las vivencias de viarias generaciones y de cientos de hombres. Eso era el sentido de Kula. Y lo más importante era saber que él ahora formaba parte de esa larga historia, parte de una gran red social.

Una vez Kula. Siempre Kula

Trobriandeses

Estas redes sociales de ultramar toman más sentido cuando recordamos que solo los hombres de mayor influencia y poder económico, los de más posición social, como los jefes de tribus, eran los únicos que podían permitirse fabricar embarcaciones para navegar y apuntarse al Kula. Por tanto, estamos hablando de una red social de influencia con verdadero alcance sobre los destinos de las tribus, familias y en definitiva sobre las comunidades de cada isla.

El Kula, en un contexto cercano a nosotros, es un Networking de directivos, la fiesta de los ricos y famosos. El Lobby. 

Entre los hallazgos y conclusiones de Malinowski podemos extraer que las estructuras sociales de aquí y de allá (hace 100 años) no son muy diferentes, donde hay una clase alta, poderosa y con recursos, y, en el otro extremo, otra clase baja que no puede disfrutar de muchos privilegios, como por ejemplo, participar en el Kula. Y, si bien para los trobriandeses los conceptos de trueque, obsequio y valor no son tan importantes como para nosotros, en su modelo social sí existen las estructuras sociales.

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